Rubenangel Hurtado
CIERTA SOLEDAD
(Del libro Fueros de Guaicaipuro)
De pronto recordé que los poetas
Usaban una rosa en el ojal
Y lloraban.
Pero esa era tu frente,
Era tu oz, era tu labio
Aconteciendo en mi solapa,
Haciendo una flor nueva en el aire
Con los restos de algún asesinado paraíso.
Entonces, aprendí tu nombre para siempre,
Mientras al fondo de cierta soledad mía
-que aún tú no conoces-
Lenta, delgadamente, iban cayendo besos y olvidos.
SONETO ROMÁNTICO A LA LUNA
Reilando mar sobre el azul marino
desde tu muy remota geografía,
te vio el amor, te vio el amor un día
bordar un corazón de sangre y lino.
Desbordaste de nácar el camino
y en los manteles de tu lejanía
llenaste de sensual melancolía
la copa del amor y la del vino.
Bajo tu luz ¿quién no vivió un momento
de ternura, de paz, de ruego ardiente
por tu virginidad de firmamento?
Mas, si el Apolo llega con fortuna
mañana te diré, tranquilamente:
Buenas noches...¿qué tal ...Señora luna?
SONETO B
Siendo mía y no siéndolo, me abrumas,
Te brindas en huidas de paloma.
Te das y no te das –rosa de aroma-
Ya te voy a tocar… y te me esfumas
Te acercas y te vas. Como entre brumas
La consecuencia de luz asoma
Te das y no te das –rosa de aroma-
Ya te voy a tocar… y te me esfumas
Mis manos te denuncian casi mìa,
Casi de nadie, casi lejanía
Suma de advenimientos fugitivos.
Y estrujado en adiós y bienvenida,
Con húmedo pañuelo en tu partida
Soy el muelle feliz de tus arribos
AÑORANZA
Mientras la noche duerme, apacible, callada,
pienso en ti, tristemente,
porque es triste el amor sin esperanza.
Aquí el color en torno de mi frente
bate lúgubre alas.
Entre el cielo distante está la luna clara
moviendo sobre el lienzo de la noche serena
sus pinceles magníficos de plata.
El aire se ha quedado suavemente dormido
y brillan entre el verde matiz de la arboleda
cocuyos de rocío
como inmóviles alas.
Vagas sombras se acuestan sobre el lecho del suelo.
En mi interior extiende, totalmente, el silencio
sus impalpables alas
y a lo lejos, muy lejos
el viento va pulsando sus guitarras.
Mientras la noche duerme con su luna de nácar,
yo dentro de ella estoy soñando:
mi pensamiento loco te trae entre sus manos,
tu nombre, de repente, me endulza la garganta,
mis violines de angustia sollozan bajo el arco
de tu recuerdo vivo, profundamente amado,
te envuelve como humo, como un incienso el alma
y tú…¡tan imposible, tan lejana.
EL CIGARRILLO
a Fernando Cabrices
Hermano cigarrillo, vigía del insomnio,
señor de capa blanca,
caballero puntual de los velorios
conducido en bandejas enlutadas,
personaje que pueblas los recesos del baile
con tu llovizna gris, y tu piraguas
de humo perfumado navegando en el aire.
Tu vida es ese absurdo
tránsito de la mano hacia los labios;
vives en una muerte de cenizas,
en una vida azul desintegrado.
Te abrevias en la boca de los hijos del vicio
humillado entre besos de mujeres perdidas,
en ambientes de lujo te desvives
con el vaivén de los modales finos,
y en los labios de estas modernas señoritas
te enciende el otro extremo su fuego de carmines.
Yo sé el destino tuyo,
yo sé hasta dónde sube tu espíritu de humo
y hasta dónde desciende tu cuerpo de cenizas.
Yo sé cómo es tu vida,
yo también me consumo
cargando el encendido rubor de las pasiones,
quemándome en el llanto que arde en los velorios
y en la fiebre que danza en los salones.
Yo también me he sentido
humillado por besos de mujeres oscuras
y he regado mi pobre vanidad en los sitios
donde los gestos tienen suavidades de pluma.
Yo también me he sentido ardiendo en los carmines.
de unos labios sutiles.
Hermano cigarrillo, aquí estamos de nuevo
registrando los amplios rincones de la noche,
y mientras paseamos nuestras divagaciones
te consume la torpe avidez de mi boca.
y me fuma el continuo transcurso de las horas:
tú vas en los ascensos del humo piruetero,
yo asciendo en las brumosas columnas de mi verso.
Amigo inseparable,
tú y yo somos un par de vanidades
vertiginosamente consumidas;
nuestra vida es vivirnos acabando
en una leve muerte de cenizas,
en una vida azul desintegrados.
Tú y yo somos iguales:
somos dos buceadores de la tierra mezquina,
somos dos ilusorios vagabundos del aire!
NOCTURNO
Para Alarico Gómez
Doce pétalos negros, de bronce, van cayendo,
doce veces se rompe el cristal del silencio;
dentro de mí la angustia se abre como una rosa
y en la prisión inmensa de las mudeces hondas
una congoja tiembla sobre el ala del verso:
Medianoche por fuera…Medianoche por dentro
FUEROS DE GUAICAIPURO
Tiempo y dolor y alto
de neblinas amargas tu penacho.
Tiempo y dolor poblando territorios,
desandando consignas, gritos, flechas.
Tiempo y dolor y el vuelo poderoso
ciego entre nubes y cadenas.
Brújulas, teodolitos y taladros
laceran la epidermis de tu suelo.
Sientes nueva mano extraña,
sientes el nuevo pie extraño,
pisando, desangrando criaturas minerales,
arañando tu cofia, tu raíz solitaria.
Y tú que ignoras cuando
hemos rendido el alma al diablo,
te asomas por el ojo de un goajiro,
de un taciturno jirajara,
de un anónimo aruaco;
y le afinas la tierra,
y le afinas la sangre
y le afinas la sombra milenaria
y tuya es esa flecha que ni se vio en el aire
Piernas de araguaney, pecho de mangle, brazos de bosque antiguo. tu rostro de tabaco y de metales sacudía relámpagos de vidrio. Flecha y arco y el grito delgado de tu flecha silenciosa. flecha y arco midiendo territorios, cobrando y recobrando tierra y sueños. flecha y arco y el odio -lamiéndose las huellas- y el miedo. Espadas, cruces, cascos, llagaron la epidermis de tu suelo. y llamaste al hermano y al hermano tus súbditos caciques colosales. nervio con nervio reunidos, pulso con pulso atados. de tu frente saltaron los caminos. huyeron de tu brazo guerreros y caballos. de sol a sol el músculo encendido. noche a noche pensando,
noche a noche sintiendo que la tierra y la sangre son el mismo desvelo. y hubo noche cobarde de cobardes, sombra de mal agüero. hiel de aceite las babas asesinas levantaron su lengua innumerable. y batallaste ardiendo hasta la frente y flecha y arco ardieron, y te quedaste antorcha para siempre. tuyo es el humo que alza el plumaje en el viento II Humo y sombra y el paso desnudo por el aire y desterrado. humo y sombra soñando territorios, recordando tu verde geografía. humo y sombra y el sitio de los ojos ocupado por lanzas y espinas. palmo a palmo registras chozas, huertos, aldeas y bosques desolados. buscas la huella de tu huella, buscas la sombra de tu signo errante. buscas el remanente de tus indios indómitos, rebeldes, formidables.
Y allí están. desde el tiempo de alguna de esas piedras grises tuyas los miras en sus propios solares reducidos. frentes de fruto a punto de fracasar. doblados. cobre marchito el cuerpo. desvalidos. sobre la tierra propia, salobres, despojados, aprendiéndose a cristo. y ves cómo barbados sacerdotes recogen gota a gota el sudor de tus niños. hijos de hijos de hijos de tus hijos. indios desamparados, desesperados niños rotos de llanto, látigo y olvido. y oyes crujir su sangre disminuída. y en la sombra levantas la sombra de tus ídolos con un dolor que sólo puede llorarlo un río. III Tiempo y dolor, y alto de neblinas amargas tu penacho. tiempo y dolor poblando territorios, desandando consignas, gritos, flechas. tiempo y dolor y el vuelo poderoso
ciego entre nubes y cadenas. Brújulas, teodolitos y taladros lasceran la epidermis de tu suelo sientes la nueva mano extraña, sientes el nuevo pie extraño, pisando, desangrando criaturas minerales, arañando tu cofia, tu raíz solitaria. Y tú que, ignoras cuando hemos rendido el alma al diablo, te asomas por el ojo de un goajiro, de un taciturno jirajara, de un anónimo arawaco; y le afinas la tierra, y le afinas la sangre, y le afinas la sombra milenaria. y tuya es esa flecha que ni se vio en el aire
OTRA SOLEDAD
Ya para que tu boşque de caminos
calzadores de un pie de musgo lácteo.
Ya para qué tu música de lirios,
llovida en la guitarra de los astros.
Ya para que la araña de tu estrella
en su cósmica urdimbre de celajes,
y los húmedos pueblos de tu niebla,
y tu río de aromas por el aire.
Ya para que tus lagos de aluminio,
tu ancho frasco de luna derramándose,
y ese fruto de mieles suspendido
en el temblor más humo de tus árboles.
Ya para que tus álgidas corolas,
tu lámpara cubriendo las espigas,
y ese grano de amor desde tu sombra
llorando en los molinos de la brisa.
Ya para qué tu selva de silencios,
tu arroyuelo empinado hacia el delirio
y ese altísimo lente de luceros
atisbando la sed de un rojo signo.
Ya noche para que tu azul bandera,
tu lecho ya, si único en tu puerto,
bato el limón más sangre de la pena
en el gajo más nube del pañuelo.
PRESENCIA
Aquí estás esta noche, mujer,
como entre azules veguedades de sueño;
aquí conmigo a solas,
serenamente abriendo en la corola
enorme del silencio.
Aquí estás esta noche,
aquí presente sobre todas las cosas:
tú eres esa caricia que se mece
sobre la cabellera de la sombra,
tú eres ese milagro que suspende
los múltiple jardines del aroma,
tú eres esa neblina de suavidad que envuelve
los tímidos rumores de la fronda,
tú eres esa música desconocida y frágil
que tiembla en los cuchillos de la brisa que hiere
la fina piel del aire.
Aquí estás esta noche,
aquí como entre azules vaguedades de sueño:
te acaricio en las formas sutiles de la rosa,
te descubro en los diáfanos velámenes del viento,
te conozco en la plata quebrándoe en la hojas,
palpitas sobre todas las cosas que me cercan
y alumbras mis remotos países de misterio
desnudando tu onírica fulgencia
dentro de los contornos del recuerdo.
TANGO DEL CIGARRILLO
Hermano cigarrillo, vigía del insomnio,
señor de capa blanca,
caballero puntual de los velorios,
personaje que pueblas los recesos del baile
con tu llovizna gris, y tus piraguas
de humo perfumado navegando en el aire.
Tu vida es ese absurdo
tránsito de la mano hacia los labios;
vives en una muerte de cenizas,
en una vida azul desintegrado.
Te abrevias en la boca de los hijos del vicio,
humillado entre besos de mujeres perdidas;
en ambiente de lujo te desvives
con el vaivén de los modales finos,
y en los labios de estas modernas señoritas
te enciende el otro extremo su fuego de carmines.
Yo sé el destino tuyo,
yo sé hasta dónde sube tu espíritu de humo
y hasta dónde desciende tu cuerpo de ceniza.
Yo sé como es tu vida,
yo también me consumo
llevando el encendido metal de las pasiones,
quemándome en el llanto que arde en los velorios
y en la fiebre que danza en los salones.
Yo también me he sentido
humillado por besos de mujeres oscuras
y he regado mi pobre vanidad en los sitios
donde los gestos tienen suavidades de pluma.
Yo también me he sentido ardiendo en los carmines
de unos labios sutiles.
Hermano cigarrillo, aquí estamos de nuevo
registrando los amplios rincones de la noche,
y mientras paseamos nuestras divagaciones,
te consume la torpe avidez de mi boca
y me fuma el continuo transcurso de las horas.
Tú vas en los ascensores del humo piruetero,
yo asciendo en las brumosas columnas de mi verso.
Amigo inseparable,
tú y yo somos un par de vanidades
vertiginosamente consumidas;
nuestra vida es vivirnos acabando
en una leve muerte de cenizas,
en una vida azul desintegrados.
Tú y yo somos iguales;
somos dos buceadores de la tierra mezquina
somos dos ilusorios vagabundos del aire.
CIUDAD HERIDA
Yo no sè cuántos siglos de toros
….EN EL ALBUM DE
JOSEFINA VARGAS BUSTAMANTE
(Textos inéditos o textos dispersos)
Josefina del Carmen te diría
O tal vez josefina del poema
Si tu frente que anuncia la diadema
No vencería tan justa poesía
O quizás dulce luz te nombraría
Si a resolver llegara este dilema
De si eres josefina del poema
O el poema es tu suave melodía
Dadme una luna de papel y un rio
Recién llegado del azul del cielo
Como gajo amoroso del vacío
Y dadme las mas altas nubecillas
Y hebras de miel y olor de caramelo.
Quiero dejarte un angel de rodillas!
LUGAR PARA LA LLUVIA
Oyes?..., que loco debe estar el viento:
Corre en las arboledas como un muchacho alegre,
rompiendo las alfombras del silencio.
De seguro que viene todo verde
de acariciar el cutis de las aguas profundas,
de sacudir la gruesa chaqueta de los pinos,
de acostarse en las faldas de la montaña en brumas.
De seguro que viene todo verde.
¿Estás oyendo, corazón, la lluvia?,
una ligera estrofa de minueto.
Trapecistas del viento
estremecen el circo perenne de los bosques,
el agua cae y se revuelve, y busca
las escondidas lenguas de la tierra;
la tierra con un vaho de gérmenes bosteza.
Plateados micro-ángeles descienden.
¿No escuchas tú la natural orquesta,
la música del agua y de la piedra,
la música celeste?
Esta lluvia afinó sus instrumentos
junto a los diapasones del lucero.
¿No sabes? Esta noche todo vibra,
todo se exalta, todo se conmueve;
hay algo que se va y algo que viene,
algo se está muriendo, algo se desvanece;
pero en las mismas cosas la vida está naciendo.
La brisa es una dulce magnolia diluida,
la tierra en una honda palpitación se enciende.
La rosa de la noche es una rosa niña
y la canción del agua una canción de cuna...
Abrete y oye, corazón, la lluvia.
TESTAMENTO
Quiero dejarte nombre
hondo como la estrella
rota en los ojos de los desterrados.
Un hombre así para alumbrar la calle
de alguna incierta madrugada.
Un nombre que lo pueden pasar de mano en mano
las madres y los hijos,
las novias de los presos
y las amantes de los asesinados.
Un nombre así para que juegues
con mi ahijada Jeanette que a veces juega
a no saber de lágrimas ni ausencias.
Un nombre como un hombre
que sabe sostener una bandera.
Alguna luz distinta descubrirá tu frente
como brillo de lanzas en la sombra del miedo.
Como un río nocturno de candelas.
Tendrás el corazón que yo te dejo,
árbol de justa fiebre
lleno de amor y angustias y silencios,
lleno de sangre a cuya orilla
toda sangre será sangre de pueblo.
LOS MUSGOS DEL SILENCIO
SONETO M
Cómo gustas la lluvia por la calle
Con vestido de azahar en hilo
Y su paso de aire de berilo
Y su alma de nube por el talle.
Cómo sientes caer del alto valle
En celeste eclosión la espiga en vilo.
Con su polen de aire de berilo
Y su paso de alma por el talle.
Quiero volver contigo bajo el agua
De tan desarbolada cabellera
Y rastro de tan mínima piragua.
Ir con tu voz, llegar con tu retina
Adonde oiga su sangre verdadera
mi corazón sin lastre de oficina.
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