Rafael Cadenas, un Cervantes silencioso, sin Derrota
A menos de dos días de la ceremonia de entrega del Premio Cervantes, leemos a Rafael Cervantes en recital breve, sin Derrota. Sí sin Derrota, el poeta ha construido una obra extensa, una unidad o muchas. Leamos unos cuantos propuestos aquí:
Nota: Leemos en Clubhouse (el enlace grabación aquí: https://www.clubhouse.com/room/m2zkWdkq?utm_medium=ch_room_tr&utm_campaign=FNAXMgK0OoGmtnvL5bXGiA-686430 )
Las Paces
Lleguemos a un acuerdo, poema.
Ya no te forzaré a decir lo que no quieres
ni tú te resistirás tanto a lo que deseo.
Hemos forcejeado mucho.
¿Para qué este empeño en hacerte a mi imagen
cuando sabes cosas que no sospecho?
Líbrate ya de mí.
Huye sin mirar atrás.
Sálvate antes de que sea tarde.
Pues siempre me rebasas,
sabes decir lo que te impulsa
y yo no,
porque eres más que tú mismo
y yo sólo soy el que trata de reconocerse en ti.
Tengo la extensión de mi deseo
y tú no tienes ninguno,
sólo avanzas hacia donde te diriges
sin mirar la mano que mueves
y te cree suyo cuando te siente brotar de ella
como una sustancia
que se erige.
Impónle tu curso al que escribe, él
sólo sabe ocultarse,
cubrir la novedad,
empobrecerse.
Lo que muestra es una reiteración
cansada.
Poema,
apártate de mí.
Desolado
De tanto imaginarte, sonreírte, esperarte, me canso. Te veo y pregunto ¿eres tú?
Respiro tu llegada; ya sin creer.
No me pidas explicaciones.
No me quites la idea que tengo, tan vaga.
No me pruebes, por favor, en terreno firme (me harías a un lado).
Algunas veces de ti no queda nada, una pequeña lámina.
Si llegas, te aproximas, te parece bien, sencillamente será otra cosa, otra cosa, cosa de delirio.
Tendrás magnitud y calor.
Eres el otro lado del botín.
¿Comprendes?
Temprano
Silbante viento,
amanecer gris,
y un pájaro que busca refugio.
Música de radio, café y periódico.
Espera sobrellevada,
la estudiosa tenacidad.
Los pasos
viven de desaliento.
Ninguna exaltación,
paciencia recibida
envuelve
el hacer.
Mañana,
regreso a un comenzar.
Los dos inútiles
El que he sido gesticula para que lo reciba en este instante.
Abandonado, casi irreconocible, cedido a una voracidad, lucha por reconquistar el terreno perdido.
He decidido dejarlo fuera con una palabra tajante.
Me limito a esperar en silencio al que vendrá.
Al que he buscado con un hachón en la casa sin construir.
Al que apenas oí cuchichear una mañana en el dormitorio.
Al que más se alimenta con la sangre del momento.
Colmo oscuro, extremo de monólogo, mórbido visitante.
Mi perturbador puntual, siempre frente a mí con su enjambre de reticencias, huyéndome en susurros.
Mi magna pérdida.
El que es
Si alguien me toca, sólo me toca a mí, a ese mí orgulloso, ese mí que no deja franquear su claustro, y no
a ese otro alguien, informe, vasto, neutro, que hace gestiones en la oscuridad.
Herirás al que puedes herir, al que no importa defender, al que no es nada.
No lastimarás a nadie, lastimarás a ese nadie que me cierra el paso.
No temas. Sufre mi guardián. El que debe desprenderse como fruto que he cultivado, usé y abandono.
El otro, oscuro, humilde y quieto, no necesita protección.
No será tocado ni herido. Ni padece ni se queja.
No será destruido.
En última instancia no eres indispensable.
Bajel mío tan azotado, ¿me lanzarás a esa playa un día, un día cualquiera, un día impensado pero
tembloroso como un pájaro mosca?
Dame la clave, la clave orgánica, fogosa, primaria.
Aplacado como un reflejo, llegaré a ese filo.
Del libro Gestiones (Dealings) sin titulo
Hoy los poetas sólo pueden ser irónicos.
Subafirmaciones, contrastes, paradojas los delatan.
Eran diferentes los antiguos.
Tenían de su parte un dios
o una diosa
cuando no perdían su favor
siempre incierto.
Repetían: aere perennius.
¡Cuánto orgullo!
Nada previeron.
Ahora
se encuentran con la orden de tierra arrasada
(que se cumple puntualmente), el viejo recomenzar y una hoja en blanco
Al lector
Los que hacen las reglas no quieren que hablemos
nosotros
sino las palabras.
Desean hacernos desaparecer de la página;
pero no nos resignamos.
Somos viejos actores.
Arquiloco
Este mercenario no amó la guerra
sino
el vino que su lanza le permitía obtener.
Peleaba con denuedo (aunque la sobrevivencia
incluía el temor), pero estaba más cerca de la vida que del sacrificio.
Casi parece una invención
de Shakespeare.
Ars poetica
Que cada palabra lleve lo que dice.
Que sea como el temblor que la sostiene.
Que se mantenga como un latido.
No he de proferir adornada falsedad ni poner tinta dudosa ni añadir brillos a lo que es.
Esto me obliga a oírme. Pero estamos aquí para decir verdad.
Seamos reales.
Quiero exactitudes aterradoras.
Tiemblo cuando creo que me falsifico. Debo llevar en peso mis palabras. Me poseen tanto como yo a ellas.
Si no veo bien, dime tú, tú que me conoces, mi mentira, señálame la impostura, restrégame la estafa. Te
lo agradeceré, en serio. Enloquezco por corresponderme.
Sé mi ojo, espérame en la noche y divísame, escrútame, sacúdeme.
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